Cuando era pequeña, recuerdo haber estado viendo el Canal 8. Se terminó el programa de muñequitos que veía y saltó un un cura que comenzó a hablar sobre quienes entrarían al “Reino de los Cielos”. Ese segmento se me quedó grabado en mi mente y a pesar que no soy católica, siempre me acordaba, o me atormentaba mejor dicho, sobre el efecto que las palabras del cura me causaron.
Hay dos factores que juegan un rol determinante en el tipo de opiniones que formarás sobre el dinero: tus padres y la religión. Tus padres modelaron sus hábitos financieros: los escuchaste hablar sobre la necesidad de ahorrar, o tal vez nunca los escuchaste hablar de eso. A lo mejor escuchaste de pequeño como tus papás se quejaban que no tenían suficiente dinero para pagar los recibos de la luz o el agua. Tal vez viviste una bonanza financiera con ellos. Puede ser que te enseñaron que el tener tu propio negocio era mejor que trabajar para alguien más o puede ser que viste a tus papás ser esclavos de las compañía para que la que trabajaban sólo para que un día, injustamente los despidieran. Todos eso recuerdos moldearon como vez, ahorras, desperdicias, inviertes o no le pones atención al dinero.
La religión hace lo mismo.
La iglesia católica interpreta la avaricia como el ansia del dinero, ésta puede implicar desenfreno hacia los bienes exteriores, primero por la adquisición y retención de los mismos, lo consideran pecado porque uno no puede nadar en la abundancia de riquezas exteriores sin que otro pase necesidad. Te dicen que sólo los pobre y humildes entrarán en el Reino de los Cielos”. Significa que pecarás si te enfocas en hacer crecer tu negocio?
Lo que sucede con las iglesias evangélicas es interesante. La mayoría de sus pastores motivan a sus feligreses a crecer económicamente, a pesar que es más notorio que los pastores levanten mucha riqueza gracias a los diezmos que piden a su gente.
El judaísmo por su parte, está enfocado en la adquisición de conocimiento, el empoderamiento económico de la mano con el ahorro, la previsión, con la meta de crear negocios propios para no tener que depender de salarios bajos y lograr una independencia de tiempo y dinero.
Los mormones en Estados Unidos manifiestan un gran espíritu emprendedor a través de un extenso imperio corporativo propiedad de la Iglesia de los Santos de los Últimos días, del que han emergido construcciones millonarias de centros comerciales y más iglesias, lo que ellos afirman les da independencia económica y el poder de seguir expandiendo su fe.
Es muy importante notar que las iglesias, sinagogas o templos sin importar denominación: no pagan impuestos.
Independiente de la religión que profeses, ten en cuenta que los ahorros, las inversiones y todo lo que hagas con tu dinero te concierne a tí – y sólo a tí. No debes de sentirte mal por querer crear riqueza, por desear invertir o por pensar en dinero. Deslígate de las cadenas que te atan al pensar que estás pecando si piensas en hacer dinero. Se piensa en dinero porque todos queremos estabilidad económica. No sientas pena, no te sientas agobiado.

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