Hace varios años sufrí un divorcio muy doloroso. La separación desequilibró mis finanzas personales de sobremanera. Hubo días que no podía levantarme de la cama por la depresión.
Al mismo tiempo que me embargaba una ansiedad inmensa, comprendí que en la mayoría de los casos, aún y cuando hay dos ingresos en casa, ambos el hombre y la mujer sufren emocionalmente, pero la mujer tendrá un impacto económico mayor debido a la brecha salarial y otros factores socioeconómicos.
Mi historia comenzó ahí, con la necesidad de incrementar lo que en ese momento era mi salario y la obsesión imperante de encontrar una industria, un nicho, un camino que me ayudara a salir adelante con mi hija de entonces 13 años.
Mi meta, al compartir algo tan íntimo y real, es que cualquier mujer que lea mi historia se identifique con ella. Madres, hermanas, tías, hijas y sobrinas tejemos relatos que giran alrededor de una madeja de finanzas personales. El tema “dinero” es el segundo tabú más preponderante en la sociedad Latinoamericana, sólo después del sexo, aunque gravitamos alrededor de ambos. En muchos entornos, la religión menoscaba las intenciones de crear riqueza al crear un contexto de vergüenza y culpabilidad, cuando el tema debería de ser laico.
En el colegio nos enseñan sobre triángulos y fórmulas químicas, pero no de como invertir y multiplicar nuestro dinero o de como funciona la bolsa de valores. No nos preparan para el mundo real. Nos dejan a oscuras cuando el conocimiento y el pragmatismo que puede ayudar a que una persona ascienda en la pirámide económica: de clase baja a media y de ésta a alta, es manejada sólo por un puñado de privilegiados.
En mi búsqueda por generar más ingresos, comencé a leer y descubrí el maravilloso mundo de la tecnología. Me obsesioné con ciertos temas, saqué algunos diplomados, regresé a UCLA, mi universidad, para estudiar una maestría y comencé a dar ponencias, a participar en conferencias y a aparecer en medios como CNN proveyendo análisis sobre tendencias tecnológicas. Mis múltiples propuestas me convirtieron en socia de la empresa para la que trabajaba en ese momento y en el camino, lancé otras compañías.
El ayudar a motivar a niñas y jóvenes a que estudien carreras STEM (Ciencia, Tecnología, ingeniería y Matemática/Negocios) y a empoderar a más mujeres a reinventarse, como yo lo hice, para ser económicamente independientes, se ha convertido en mi mantra. Los datos muestran que si una mujer labora en un campo STEM o posee su propio negocio, incrementará su salario en un 33% más, disminuyendo así, la brecha salarial. Por ende, comparto en mi sitio, no sólo mi historia, sino una forma de vida que debe de ayudarnos a empoderarnos, a no tenerle miedo a las palabras “finanzas personales”, sino a controlar el dinero, para que el dinero no nos controle a nosotras, a aprender sobre tecnología como el único camino para descifrar el futuro y como narrativa para dejar un mejor legado para nuestras hijas.