Mientras la población comienza a acostumbrarse a estar interconectados y al internet de las cosas, las empresas avanzan a la denominada nueva revolución industrial, a la que han denominado de la computación cognitiva.
Contamos con multitud de sensores instalados en nuestras vidas que permiten la captura de datos, como relojes inteligentes, medidores de actividad, cámaras en edificios, micrófonos o incluso nuestros dispositivos de telefonía móvil.
Gracias al machine learning, la inteligencia artificial e incluso los dispositivos que utilizamos nos pueden facilitar tareas cotidianas, por ejemplo, pueden ofrecernos mejoras en la frecuencia del transporte público o en la regulación del tráfico.
Ante esto, se sigue avanzando a lo que ahora se llama el internet de los sentidos, que pretende la unión de lo humano, lo físico y lo digital para intentar imitar el comportamiento del cerebro humano.
Ya hoy en día los negocios que triunfan no son los que ofrecen siempre el mejor producto, sino los que ofrecen “una experiencia”.
Expertos en tecnología y telecomunicaciones aseguran que dentro de 10 años la forma de consumir Internet cambiará radicalmente. Es decir, además de la vista y el oído, que ya son habituales, se prevé que el gusto, el olfato y el tacto se integren también entre las conexiones online del año 2030.
Según diversos estudios, el Internet de los sentidos será posible gracias a la evolución y expansión de herramientas digitales como la realidad virtual, la realidad aumentada, la inteligencia artificial, la automatización y el 5G.
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